EL COMERCIO DEL 14 DE JUNIO 1995

El triángulo azul
(página F11)

El Museo de Arles constituye el proyecto más ambicioso y audaz de Enrique Ciriani...



Lúcidamente empecinado en labrar un lenguaje contemporáneo inspirado en las claves estilísticas creadas por Le Corbusier, el arquitecto peruano Enrique Ciriani ha venido construyendo pacientemente a lo largo de los últimos 30 años su propio vocabulario arquitectónico, el que parece haber cuajado a plenitud en el reciente mente inaugurado Museo de Arte Romano de la Ciudad de Arles, en Francia. Aunque distinto y más complejo que sus obras precedentes –tanto por la mayor escala del edificio cuanto por la mayor riqueza y versatilidad de sus materiales y acabados—se trata sin duda de la obra más ambiciosa emprendida hasta ahora por nuestro compatriota, no sólo porque exhibe un atrevido manejo del lenguaje racionalista acuñado por su mentor profesional, sino también porque en esta obra Ciriani incursiona en aspectos formales y plásticos genuinamente originales, los que asociados a los códigos habituales de su retórica modernista, revelan finalmente una opción de diseño madura y enteramente propia. La autenticidad de esta propuesta resulta así de la imaginativa compaginación de los elementos esenciales del código. Lecorbuseriano –de la perfecta geometría del triángulo equilátero dentro del que se inscribe la planta, del empleo constante del tema de la estructura aporticada empleada en sus interiores y fachadas, y de un manejo ponderado y cadencioso del recorrido arquitectónico—en base a los cuales Ciriani desarrolla con claridad y sutileza una rica y bien modulada secuencia de espacios y volúmenes.



Sintonizando atinadamente con la superficie abierta y brillante del entorno paisajístico de una exultante Provenza luminosa bañada por el Ródano, sólo el recorrido del lugar explica claramente la elección del amplísimo volumen triangular y del encendido color azul que baña sus dilatadas fachadas reflejantes. Ubicado en las afueras de la exquisita ciudad romana medioeval de Arles, a la vera de un antiguo anfiteatro romano y de  un importante intercambio vehicular, y sobre la margen izquierda de una ribera amplia, verde y arbolada, su forma diamantina y distendida recoge con acierto y sobriedad los amplios contornos del río y del paisaje, gracias al sentido poético que le infunden la profusión de transparencias exteriores, y la fuerza luminosa del espléndido color azul con el que incuestionablemente se alude a las tonalidades naturales del mundo mediterráneo.



Felizmente engastado en el contexto suburbano y natural, la composición desarrolla su propuesta formal en tres planos distintos. De una parte, el diseño elabora el tema de la estructura aporticada, introduciendo en los tres tramos del perímetro triangular, caladuras y transparencias que cargan de densidad espacial a las perspectivas interiores y exteriores. De otro lado, el diseño interior está trabajado en base a una cuidadosa y elaborada secuencia de las áreas de exhibición, que construida siempre en torno al motivo recurrente del pórtico estructural, se vale asimismo de una bien dosificada disposición de tragaluces, mamparas, rampas y tabiques, para guiar el recorrido arquitectónico sobre ejes claramente hilvanados con el libreto museológico. El proyecto alcanza un afortunado corolario en el diseño del montaje de las piezas, afortunadamente realizado por el propio Ciriani y coincidente, por tanto, con el sentido general de la composición.  Modelado en base a brevísimos motivos geométricos de corte cubista y neoplasticista, y empleando un orden gráfico equidistante del tema arqueológico romano y del lenguaje moderno, los escaparates, textos y rótulos resultan reforzando armoniosamente un orden visual definido y coherente.


El diseño sobresale finalmente en la elección de los colores y los materiales de acabados, cuya incidencia es vital, tanto en lo que concierne a la definición de las fachadas, como a la acentuación de los principales paramentos de las zonas interiores. En efecto, tanto la elección del intenso y hondo color azul empleado en los exteriores, como su aplicación al dorso de las planchas de cristal montadas sobre cuadrícula ranurada y abotonada –desprendida de la fachada– encienden la lánguida geometría del volumen. Al interior, estratégicos paramentos de tonos oscuros e intensos hacen resaltar la delicadeza y la disciplina visual del orden constructivo, introduciendo –como en el caso de un gran lienzo rojo que cierra un lado entero del perímetro triangular–  motivos cromáticos que le permiten a Ciriani catalizar expresivamente la pureza doctrinaria de su repertorio estructural y y funcional.


Recogido entusiastamente por la prensa internacional especializada, el Museo de Arles constituye a no dudarlo el proyecto más ambicioso y audaz de Enrique Ciriani, no sólo por el desafío que supone pretender emular la monumentalidad geométrica del orden clásico a través de una forma básica ajena al léxico arquitectónico romano, sino también y sobre todo porque demuestra ser capaz de montar semejante operación dentro de las claves esenciales del repertorio espacial y formal propio del racionalismo moderno. De regreso de las truculentas operaciones habitacionales de San Dionisio y Noisy, Ciriani parece haber encontrado, a partir del pequeño local infantil de Torcy, el derrotero de su propio clasicismo, un terreno en el que parecen afortunadamente reunirse, de una forma a la vez virtuosa y original, tanto sus convicciones ideológicas como sus aspiraciones artísticas.
(Frederick Cooper)





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