Memoria triangular
(páginas 38-45)
El triángulo como principio ordenador y el azul
intenso del cielo provenzal están en el origen de esta pieza corbuseriana, que
se inscribe como un elemento más en la historia de la ciudad de Arles.
(AV)
Para un
arquitecto, la ocasión de acometer un programa museístico es toda una oportunidad:
se trata de un lugar verdaderamente arquitectónico donde es legítima la
expresión pura, donde la ausencia de arquetipos otorga una libertad poco
frecuente. Es, además, el lugar por excelencia de la luz domeñada. El tema del
museo ha reaparecido de forma espectacular durante los años ochenta y ha
conquistado un rango de edificio principal. Los grandes museos realizados en
estos años tienden a convertirse en espacios urbanos interiores y quedan
definidos dentro de esta categoría espacial.
En el proyecto del Museo de Arles, convertido ahora en Instituto de Investigación de la Provenza Antigua, todas estas consideraciones estaban ya presentes en 1983-1984, en el momento del concurso. Estaba luego la ciudad de Arles: el museo debía aportar una nueva pieza a la historia del lugar. Dentro del emplazamiento, casi una isla, con el Ródano al oeste y y el canal del Midi al este, la figura del triángulo se impuso rápidamente.
El triángulo es una figura que se articula en hélice en torno a un centro. Responde perfectamente al programa, que exigía un circuito corto y otro largo. Pero también representa una suerte de desafío: cerrado sobre sí mismo, es indeformable en el aspecto constructivo y contrario en esto a una cierta imagen del espacio moque es por definición fluido y muestra tendencia a escaparse. La hélice permite que el espacio se abra en las tres direcciones. El programa se integra de manera lógica en esta figura, con sus tres sectores: el científico, el cultural y el académico.
El conjunto se configura como dos edificios, entre los cuales queda contenido el museo propiamente dicho. Sus fachadas, constituidas por paredes independientes recubiertas de cristal Emalit azul, no les pertenecen: el simbolismo y la escala de estos muros no responden a ninguna lógica interna particular.
La fachada principal es perpendicular a la esclusa del canal del Midi, lo cual permite anclar el proyecto a un elemento artificial. Este primer muro, de cara a la ciudad antigua, no tiene desarrollo. Constituye el acto fundador del proyecto y al mismo tiempo actúa como fachada del inmenso anfiteatro adjunto. Tras él, el ala cultural se presenta como una construcción blanca sobre pilotis. De este primer muro nace el segundo, frente al canal, que dirige el ala científica hacia la punta de esta esta especie de isla.
La cuarta fachada
En el
centro del patio, una escalera sube hasta la cubierta del espacio de museo.
Este elemento llena el vacío central e impone dirección a la hélice, deteniendo
al mismo tiempo su recorrido. El edificio se encuentra con su entorno en lo
alto de la cubierta, que constituye así una cuarta fachada, tan importante como
las otras tres y reveladora de la organización interna a través del sistema de
iluminación cenital.
La arquitectura del conjunto depende en gran parte de las formas de captación de la luz. Una serie de lucernarios abiertos al norte conduce la luz lejos del perímetro de la fachada. Este tipo de iluminación extraído del mundo industrial ha adquirido un carácter puramente arquitectónico. En este caso forma oleadas de luz blanca que parecen llover desde el techo hacia el interior. El vidrio azul otorga a la luz un tinte más frío y se presenta como referencia al color del cielo provenzal, tan intenso.
(Henri Ciriani)
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